martes, 22 de enero de 2013

Oneshoot (Castiel&Zurie): Irresistible

Una vez más allí estábamos los dos, Castiel y yo, sentados en el sofá de cuero negro de su enorme salón. Él movía sus finos dedos sobre una guitarra imaginaria, memorizando cada nota musical, el roce con cada cuerda... Yo en cambio, era incapaz de concentrarme en las letras de la canción que debía memorizar. En una semana teníamos el concierto y yo ni siquiera había retenido en mi memoria la primera estrofa. Era todo horrible, y es que no tener a Lysandro ayudándome y dándome apoyo, hacía que me fuese imposible realizar hasta la más insignificante acción.

Últimamente, el albino pasaba demasiado tiempo con Amy. Sabía que era su mejor amiga, pero ese no era el problema. Ella estaba completamente enamorada del vocalista y al parecer él no se daba cuenta. Odiaba pensar que en ese mismo momento podía estar confesándole que lo quería, o besándolo, o haciéndole algo más profundo...

Moví la cabeza rápidamente para quitar esas ideas de mi cabeza. De todos modos, Lysandro era completamente libre de hacer lo que quisiera, ya que no teníamos nada. No le había confesado mis sentimientos, y no pensaba hacerlo por lo pronto, pues necesitaba estar segura a la hora de dar un paso así. Arriesgar nuestra amistad era algo que no me podía permitir.

En seguida oí una melodía que llamó mi atención y comencé a tararear la canción. Castiel había dejado de ensayar y tocó "Its my life", de Bon Jovi. Adoraba esa canción y comencé a cantarla en voz alta, a lo que recibí una mirada del pelirrojo, que comenzó a tocar con más ganas.

-Its my life, its now or never. I ain't gonna live forever, I just want lo live while I'm alive... -canté alzando la voz más y más hasta que acabé casi gritando. El bajo de Castiel me acompañaba y me sentí bien, como hacía tiempo que no me sentía.

En cierto momento, el pelirrojo dejó de tocar el bajo y lo miré molesta.

-¿Por qué dejas de tocar? -fruncí el ceño y él levantó una ceja sosteniéndome la mirada.

-¿Por qué dejas tú de cantar? -algo incómoda por sus ojos grises, agaché la cabeza y fijé la vista en el papel que tenía entre las manos. Las malditas letras seguían sin entrar en mi cabeza- No me has respondido, ¿por qué no cantas?

-Sin música no es lo mismo -me levanté y caminé de un lado a otro, intentando memorizar al menos una palabra de aquella maldita canción, pero me resultaba imposible.

-¿No quieres que oiga tu voz desafinar en directo y sin acompañamiento? -al parecer Castiel tenía ganas de guerra, y si pensaba que iba a pasarlo por alto, la llevaba clara.

-Al menos mi entonación es bastante más aceptable que tu manejo con la púa -vi aparecer una sonrisa en su rostro que no supe comprender. ¿Acaso su objetivo del día era intentar cabrearme?

-¡Tenemos aquí a la sustituta de Madonna! -ironizó.

-Castiel, eres insoportable -le lancé un cojín a la cara que esquivó para luego lanzármelo a mí, dejándome la cara roja-. ¡Vas a morir, pelirrojo!

Se levantó rápidamente y corrí tras él. Corrió rápido por el pasillo, tirando al suelo un jarrón que tuve que saltar para no cortarme el pie. Desapareció tras la primera puerta que daba lugar a una pequeña sala que había antes de la cocina. En cuanto estuve dentro, escuché la puerta cerrarse detrás de mi.

Castiel estaba a mi espalda y me di la vuelta para encararle, pero su mirada me detuvo por completo y heló mi sangre. Se acercó a mi lentamente con una sonrisa pícara y sin apartar un segundo sus grises ojos de los míos.

Sin darme cuenta, comencé a retroceder hasta que tropecé y choqué contra la pared, quedando acorralada. El pelirrojo se acercó lentamente, saboreando cada paso que daba, haciéndome sentir realmente incómoda e impaciente. Entonces su cuerpo tocó el mío, su frente rozó mi flequillo, y sus manos se apoyaron a ambos lados de mi cabeza.

-Te atrapé -susurró acercándose a mi oído. Una fuerte corriente eléctrica recorrió cada milímetro de mi cuerpo para luego acumularse en mis mejillas un calor sofocante.

Sin poder soportar tanta presión, interpuse mi mano entre mi cuerpo y el suyo, apoyándola en su pecho para apartarlo, pero Castiel la agarró y la sostuvo apoyada en la pared, sobre mi cabeza.

Un cosquilleo pasó por mis labios cuando los suyos me rozaron el cuello, dejando un rastro de suaves caricias hasta llegar a mi boca. Los presionó con delicadeza, pero yo ya estaba bastante encendida como para que se andase con cuidado.

Me apreté contra su cuerpo, rozándolo con ansiedad y reaccionó. Con su otra mano me agarró por la nuca y su lengua se abrió paso en mi boca con fiereza, explorando cada rincón, jugando con la mía, enredándose en un baile sensual que me hacía querer más y más. Le mordí el labio inferior y lo retuve entre mis dientes unos segundos antes de meter mi lengua en su boca y saborearlo.

Castiel besaba como nadie, con una pasión y fiereza inigualable, típico de alguien posesivo. Me agarró por la cintura con las dos manos, presionándome contra la pared y profundizó aún más el beso, dejándome sin respiración, aunque poco me importaba. Di un pequeño salto y enredé mis piernas en su cintura, dejando caer todo mi peso en la pared y sintiendo la excitación de Castiel rozándome.

Sin darme cuenta, la habitación se vio inundada por mis jadeos y unos repentinos gemidos de Castiel cuando me moví un poco y me presioné contra su erección. Metió sus manos bajo mi camiseta, sujetándome con más fuerza, haciéndome arder casi literalmente. La ropa me molestaba, y quería desacerme de ella, pero justo cuando fui a levantar los brazos para quitarme la camisa, sonó el teléfono del pelirrojo. Éste gruñó y me soltó en el suelo. Pensé que me caería por lo mucho que me temblaban las piernas, y me respaldé en la pared.

Castiel metió su mano en el bolsillo del pantalón y sacó el móvil, atendiendo a la llamada.

-Lysandro, tú tan oportuno como siempre...- dijo molesto, y entonces el mundo se me vino encima. ¿Qué acababa de hacer?

Yo quería a Lysandro, y aunque él no mostrara mucho interés en mí, estaba dispuesta a intentar conseguirlo, pero inconscientemente le había fallado. El maldito pelirrojo me había seducido, y yo me había dejado seducir. La culpabilidad se apoderó de mi y salí de la sala, dirección al salón. Castiel me siguió mientras hablaba con Lysandro sobre algo del grupo, pero no le hice mucho caso a la conversación. Me sentía la peor persona del mundo. ¿De verdad no era capaz de resistirme al pelirrojo aún estando enamorada de Lysandro? Ese maldito Castiel había vuelto a mi cabeza, pero como pura atracción física, lo que era peor aún.

Cogí mis papeles y salí por la puerta sin hacer caso a las llamadas de Castiel desde su puerta. Me encerraría en casa y no saldría en un mes, o tal vez dos...





lunes, 21 de enero de 2013

Nuevos personajes del fic.

Bueno, aquí os voy a dejar un pequeño adelanto de unos personajes que van a aparecer en el fic dentro de poco. Espero que os guste ^^

Jade Venhaly-Jadecita, por JadeValentine (novia actual de Castiel).
ç


Amelie Stone-Amy, por Khayra (chica enamorada de Lysandro).



Stella Novak, por VaniadeMeilhan (chica que toca el bajo y hermana de Ryu).



Liam Lawrence, por Khayra (batería del grupo de Castiel)



Ryo Novak, personaje propio (hermano de Stella).



Dorian Sasuke, personaje propio (mejor amigo de la otra ciudad de Zurie).












sábado, 19 de enero de 2013

Capítulo 2: La venganza se sirve fría.

Absorbiendo toda la vitamina que aportaban los rayos del sol, Rosalya y yo estábamos tumbadas en el áspero suelo de la terraza, con la mirada fija a un punto fijo en el infinito del cielo. Tras algunas bromas de la albina sobre la excesiva caballerosidad de su cuñado, éste se sentó con Castiel y le preguntó algo sobre una libreta... A mi parecer la había perdido, pero no estaba muy segura.

-Chicos, ¿dónde está Liam? Ha faltado otra vez a clase... -preguntó Rosalya rodando sobre sí misma para mirar a los chicos.

-Problemas con su viejo -habló Castiel, quitándole importancia con un gesto despreocupado de hombros.

-Hace bastante que no lo veo -dijo la albina soltando un suspiro. Parecía realmente preocupada.

Me quedé callada evitando interferir en la conversación. Aquél tema era muy delicado incluso para mí. Cuando era joven, mis padres me exigían mucho, por lo que no pude vivir mi infancia como el resto de niños. Pasar tanto tiempo entre libros de cursos avanzados hizo que, poco a poco, me fuera encerrando en mí, creando una burbuja en la que no podía entrar nadie más. El tiempo pasaba y yo no era capaz de relacionarme con normalidad, por lo que tuve una vida bastante solitaria.

-La pluma... -mumuró el chico de ojos bicolores- Ya decía yo que se me olvidaba algo.

-Lysandro, tienes un problema -dijo el pelirrojo encendiéndose otro cigarrillo-. Dentro de poco vendrás al instituto con el pijama.

Rosalya rió y se levantó de un ágil salto. Al igual que ella, me puse en pie, pero la peli-blanco me hizo volver a sentarme.

-Yo me voy que he quedado con Leigh, pero tú quédate con ellos -señaló a los chicos, que no prestaron mucha atención.

Y sin que pudiera oponerme ni decir una palabra, desapareció rodeando la pared que nos cubría y oí como rechinaba la puerta de metal oxidado. Confundida, incómoda, y para qué negarlo, algo asustada, observé a los chicos que habían empezado a conversar animadamente sobre música.

Lo poco que conseguí oír, me confirmó que Lysandro era el vocalista del grupo y Castiel el bajista. Por lo visto iban a cantar dentro de poco en un pequeño bar del barrio donde vivía el pelirrojo, y su compañero tomaba nota de la dirección.

-Y ¿qué tipo de música cantáis? -gran error preguntar. Estaban tan distraídos que se habían olvidado de que yo estaba alli, por lo que el pelirrojo me miró confundido y algo enfadado.

-Rock sobre todo -tuvo el detalle de responderme el albino con una sonrisa-. Rosalya me ha dicho que tú también cantabas antes en un grupo -el pelirrojo alzó las cejas al oírlo. Al parecer había conseguido despertar un poco su interés, aunque se molestase en fingirlo volviendo a fruncir el ceño

-Sí, pero hace ya unos meses que no sé nada de ellos -dije quitándole importancia y deseando que cambiase de tema. Hablar con alguien sobre mi vida no era de mi agrado, y mucho menos si lo acababa de conocer.

-Ah... -fue su última aportación a la conversación, parecía haberse dado cuenta de mi incomodidad. Castiel, en cambio, era mucho menos delicado.

-¿Te echaron no? No me extraña, con la voz de pitufo que tienes... -el estúpido comentario no pasó desapercibido y Lysandro le miró cansado y soltó un suspiro.

-Zurie, no le hagas caso...

-No, tranquilo, no pasa nada -puse la mejor de mis sonrisas y miré al pelirrojo, que me miraba desafiante, probablemente esperando una respuesta-. Me fui yo porque me tenía que mudar para poder ponerte un bozal, ladras mucho, querido.

Lysandro soltó una carcajada, que no podía ser considerada como tal. Ese chico era demasiado tranquilo, y ni siquera  se molestaba en alzar el tono de la voz ni para reírse. Castiel levantó una ceja y mostró una sonrisa torcida mientra murmuraba algo en voz baja.

-Y ahora, chicos, con vuestro permiso, tengo asuntos pendientes con una "Barbie" -me disculpé para ausentarme.

-Conque Ámber eh... Te estás buscando problemas con los peores, novata -capté el doble sentido, y si pensaba que me iba a intimidar, la llevaba clara.

Me acerqué al pelirrojo y bajé hasta quedar arrodillada, para tener su cara a la altura de la mía.

-Así nunca te vas a ganar una galletita eh -sonreí moviendo el dedo negativamente a milímetros de su nariz y me puse en pie.

-Preferiría tomar cianuro antes de comer nada que tú me des -fue su respuesta, el guitarrista buscaba guerra.

-Sabias palabras, ya sabes lo que hacer, yo te buscaré un proveedor -le guiñé un ojo antes de acercarme a Lysandro, que permanecía ajeno a todo, mirando al cielo distraído, con su libreta en una mano y el bolígrafo sobre la primera hoja-. Lysandro, encantada de conocerte, nos veremos pronto -me miró con sus hermosos ojos bicolores y sonrió. Nos dimos dos besos de despedida y a Castiel le acaricié el pelo, despeinándolo.

-¡La próxima vez te corto las manos! -gritó mientras yo desaparecía por la pesada puerta de metal.

Bajé las escaleras corriendo antes de que tocara el timbre que anunciaba el final del descanso. Paseé por los pasillos mirando las taquillas hasta que di con lo que quería. Ámber seguía utilizando la misma taquilla, y estaba lista para vengarme de la humillación que me hizo pasar hacía dos años.

-Flashback-

-Mírala, con el pelo ese blanco, parece que se lo lava con lejía -se reía la rubia hermana del delegado. 

Intenté hacer caso omiso a sus insultos y metí algunos libros en mi taquilla, con la mala suerte de que estaba junto a la suya. De un golpe, cerró la puerta de la taquilla y me giré rápidamente, quedándome cara a cara con ella. Su sonrisa cruel llevaba atemorizándome meses y ya no sabía que hacer para que me dejase en paz. 

Las piernas me temblaban y ella no hacía más que acercarse, hasta casi rozar su nariz con la mía. Sus dos amigas la respaldaban, tapándola para que nadie viese nada, por lo que estaba completamente indefensa. 

-Ese pelo necesita un cambio -murmuró y sonrió levantando una mano y colocándola a la altura de mi nuca. Movió la mano un poco, como si restregase mi pelo y luego se separó un poco. 

Me llevé la mano lentamente donde ella había puesto la suya segundos antes y toqué algo pegajoso. Me había pegado un chicle. Las lágrimas se asomaron por mis ojos debido a la impotencia, lo que hizo que Ámber riera. 

-Eres un maldito aborto sin éxito -dijo golpeando los cuadernos que yo llevaba en los brazos, desparramándolo todo por el suelo. Entonces escuché una voz a su espalda. 

Las dos chicas se habían apartado y miraban al pelirrojo aterrorizadas. Ámber se dio la vuelta y se lo encontró de frente, jugando con una cadena que tenía en las manos mientras la miraba fríamente. 

-Ámber, vete a jugar con las Barbies un rato -le dijo Castiel. Ámber se fue dando grandes zancadas y murmurando algo. Ahora estaba de peor humor aún, y me lo haría pagar-. Y tú -me señaló- aprende a defenderte de una vez -y enfadado por algo que no logré entender, desapareció por el pasillo.

Recogí las cosas del suelo y llamé a mi padre. Tendría que ir a que me cortaran el pelo, precisamente cuando había conseguido que me llegara por la cintura. Sequé las lágrimas con el reverso de mi manga, y saliendo al exterior del instituto juré que algún día me vengaría...

-Fin del Flashback-

Y ese día había llegado. El timbre había sonado y todos estaban ya en sus respectivas clases. Cogí una pequeña ganzúa que tenía en el bolsillo y la introduje en la cerradura. En el tiempo que había pasado con mis amigos, nos habíamos vengado de muchas personas o gastado bromas bastante pesadas, por lo que ya sabía perfectamente abrir casi todo tipo de cerraduras con una simple ganzúa y un movimiento de muñeca. La moví de un lado a otro hasta que escuché un "click". Cedió a mis maestras manos y saqué una foto que tenía doblada también en el bolsillo.

Dejé la fotografía doblada encima de los libros, para asegurarme de que la viese perfectamente. La rubia hermanita del delegado iba a llevarse una gran sorpresa. Cerré la puerta y la dejé tal como estaba.

Salí fuera del instituto para fumarme un cigarrillo tranquila, y desde allí alcé la mirada. Tenía una buena visión de la azotea y del humo que de allí salía. Estaba segura de que era el pelirrojo, por lo que silvé alto para que me escuchara. Efectivamente, una cabellera roja se alzó por encima del pequeño muro y miró hacia todos lados desconcertado.

-¡Eh, pelirrojo, te he comprado el cianuro! -su mirada se clavó en mí y pude notar su enfado incluso a esa distancia. Su sublime respuesta fue un dedo estratégicamente alzado.

Reí y volvió a desaparecer bajo aquél muro. Terminé de fumarme el cigarrillo y me puse los cascos. Cantando una y otra vez "Misery Business" de Paramore, se me pasó la hora volando, y cuando faltaban dos minutos para que sonase el timbre, guardé los cascos y el móvil y me dispuse a entrar.

Había llegado la hora del cambio de clase y desde fuera pude escuchar un grito bastante molesto que me hizo sonreír. La venganza había comenzado.


La imagen de cuando Ámber le hacía bulying a Zurie.
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La canción que escuchaba Zurie:








lunes, 14 de enero de 2013

Capítulo 1: Albinos.

El instituto estaba tal y como lo recordaba, nada había cambiado. Llegué con facilidad a la sala de delegados y como era de esperar, allí estaba el maravilloso rubio de ojos dorados. Entré con cautela y el chico sonrió.

-Hola Nathaniel, te estaba buscando -su mirada confundida me confirmó que no me había reconocido.

-Hola, ¿eres la nueva alumna verdad? ¿Necesitas algo? -preguntó amablemente sin dejar de sonreír en ningún momento.

-Veo que no te acuerdas de mi -sonreí al ver que se enrojecía-. Soy Zurie Kilgore, estaba en tu clase hace dos años.

-¿Zurie? -no pudo ocultar el tono de sorpresa, lo que me hizo reír.

-Sí, la misma.

-Has cambiado bastante. Estás genial... -bajó el tono y se mordió el labio arrepentido de sus palabras-. Es decir, no quiero decir que antes no estuvieses bien, solo que has cambiado mucho y se nota que te ha sentado bien la mudanza y...

-Tranquilo, sé que he cambiado a mejor, no me molesta que me lo digan -le guiñé un ojo y solté los papeles que tenía rellenos para la inscripción al instituto sobre la mesa. Sin más preámbulos me di la vuelta y salí por donde había entrado. 

Busqué mi taquilla, la número "2" (mi favorito) y metí algunos libros. Cogí el horario y me dispuse a ir a clase de Historia. Sería una larga hora. 

Como en todos los institutos, me hicieron presentarme y contar un poco sobre mí. Nadie me había reconocido y cuando mencioné mi nombre y que había estado en el "Sweet Armonis" dos años antes, los alumnos comenzaron a murmurar. La verdad es que yo tampoco los reconocía a todos, pero algunas caras sí que me eran familiares. Iris, una de las únicas que me había hablado cuando yo era una marginada social estaba en mi clase, junto a un grupito de tres brujas que me habían hecho la vida imposible, Ámber, la despampanante y descerebrada hermana del delegado, y sus fieles perritas Li y Charlotte. 

Éstas tres últimas me miraron con desprecio, seguramente criticando con la mirada cada milímetro de mi ser. ¡Cómo las odiaba! Terminó mi presentación y la puerta se abrió de golpe. El profesor se llevó una mano a la cabeza, desesperado, cuando vio al pelirrojo entrar y sentarse sin mediar palabra. Cogió un asiento al final, y para mi desgracia, el único libre que quedaba era el pupitre contiguo. 

-Castiel, buenos días a ti también. Que sepas que tienes un retraso -el pelirrojo gruñó algo en voz baja y se echó hacia atrás en la silla con un gesto prepotente.

Al pasar entre los alumnos, Ámber me dirigió una mirada cargada de odio que no pude ignorar. Me apoyé en su pupitre aprovechando que el profesor se había dado la vuelta para escribir algo en la pizarra y me acerqué a ella.

-Veo que no te olvidas de mi, barbie -susurré casi a su oído. Ella se separó con un gesto asqueado y me dirigí a mi asiento.

Castiel no se molestó en mirarme y le di gracias al cielo. Aquél macarra era capaz de plantarme cara y no quería montar una escena mi primer día de clase. Tomé apuntes de lo poco que explicó el profesor y al terminar la clase me dirigí a matemáticas, donde casi me estalla la cabeza por culpa de tantas incógnitas. Después tenía literatura y por fin llegó la esperada hora del recreo. 

Me senté en la escalera de la puerta para que me diese un poco el sol y me puse los auriculares. Sonaba "For whom the bells tolls", de Metallica, cuando sentí una mano en mi hombro y me giré bruscamente. Me encontré de frente con una chica guapísima y con cuerpo envidiable. Tenía el pelo largo y blanco, del mismo color que sus ojos. Vestía un uniforme blanco y negro precioso con unas botas negras altas. La verdad es que el atuendo parecía bastante caro. Sonrió al verme y se sentó a mi lado. Aparté los auriculares de mis oídos y la miré esperando a que dijese algo.

-¡Hola! ¿Eres Zurie no? -tenía una voz dulce y alegre. Asentí con la cabeza y ella sonrió -. Hoy todo el mundo habla de ti ¿sabes? Yo no te conocí cuando estabas aquí porque aún no me había mudado a esta ciudad, pero bueno, no es tarde para conocerte, ¿no?

Algo confundida, fruncí las cejas. ¿Estaba siendo amigable conmigo? No me lo podía creer. En fin, no era mala idea tener nuevos amigos, y al fin y al cabo, ella no me había ignorado nunca, pues hasta ese día no nos conocimos. Ella esperó una respuesta sin dejar de sonreír. Parecía buena persona y muy amable.

-Claro, encantada, ¿tú te llamas...? 

-Me llamo Rosalya. No me extraña que no te acuerdes de mi, había mucha gente en los bares en los que cantabas. Lo haces genial, de verdad, adoro la pasión que pones en el escenario -así que ya me conocía. Seguramente se topó casualmente alguna vez en un bar con mi grupo-. Te vi una vez en un bar y desde entonces busqué tu grupo por internet, por carteles en la cuidad y pregunté en algunos bares. Yo y mi novio no nos perdíamos ni un concierto tuyo.

-Oh, me alegro mucho de que te hayan gustado los conciertos, pero ahora que me he mudado, he tenido que dejar el grupo -le expliqué sin saber muy bien por qué lo hacía. Era la primera vez que me desenvolvía tan bien con una desconocida, y la verdad es que me sentía bien. Esa extraña chica me inspiraba confianza.

-Es una pena... -murmuró poniendo cara triste-. ¡Pero aquí también hay un grupo! Mi cuñadito es el cantante y no creo que les importe que te unas...

-Gracias, pero ahora tengo que ponerme al día con las clases y estaré muy ocupada -la interrumpí para evitar una posible situación incómoda. 

No me podía permitir el lujo de involucrarme tan pronto en un grupo y dejar de lado los estudios. Además, no conocía a los integrantes y se me haría violento tener que cantar con unos desconocidos.

-No importa, más adelante tal vez -sonrió y me agarró del brazo, levantándome del escalón-. Pero al menos, déjame que te los presente. 

Me arrastró por el interior del instituto hasta que llegamos a una escalera bastante escondida que no conseguía recordar. Miró hacia todos lados y cuando se aseguró de que no había nadie me empujó escaleras arriba con prisa. 

Todo estaba muy oscuro y solo había una vieja y oxidada puerta. Rosalya la empujó con cuidado de no hacer ruido y pasó hacia el otro lado. Sin fiarme mucho, la seguí con cautela y pude comprobar que aquello era nada más y nada menos que la azotea del instituto. Estaba prohibido el acceso, pero al parecer, a la chica no le importaba lo más absoluto. 

-Rosalya, ¿sabes que está prohibido subir aquí? -me hizo un gesto para que me callase y fue hacia la derecha, detrás de una pared. 

Me quedé con la boca abierta al comprobar que allí estaba nada más y nada menos que Castiel, con un cigarro en una mano y una cerveza en otra. Levantó la mirada y casi se atraganta al vernos. Después de toser un poco, pudo decir algunas palabras.

-¡Pero tú estás loca! ¡¿Qué hace ella aquí?! -gritó, a lo que yo le respondí con una mirada fulminante y Rosalya le dio un tortazo en la cabeza. Castiel soltó algo parecido a un quejido y volvió a gruñir. Al final iba a resultar que el pelirrojo tenía complejo de perro.

-Es Zurie, la nueva, venía a presentarle al grupo. Ella es cantante, ¿sabes? -recibí una mirada gélida de Castiel y un apretón de manos de Rosalya. 

Si me lo hubiese propuesto, podría haber cortado la tensión con unas tijeras. El ambiente estaba bastante cargado y no me sentía cómoda. Miré a la albina, la cual miraba desafiante a Castiel, como advirtiéndole de que debía controlar sus palabras. 

-Rosalya, creo que sobro aquí. Lo Rottweiler son bastante territoriales y éste ya tiene los pelos de punta -señalé a Castiel con gesto despectivo y Rosalya no pudo contener la risa. 

-¿Ves Cast? No soy la única que te encuentra parecido con los perros -rió y el joven puso una mueca de desagrado mientras le daba una calada al cigarro-. En cuanto a ti, no te vas a ir, aún tienes que conocer a mi cuñado -en ese momento, escuché un ruído a mi espalda y me giré violentamente. Alguien estaba abriendo la puerta. Nos habían pillado.

Pero entonces, una cabellera blanca con destellos plateados brilló al sol. Un chico algo más alto que yo, que parecía venir de otra época, se acercaba con un gesto despistado. Llevaba una chaqueta negra con botones blancos, una camisa blanca, unos pantalones negros ajustados y unas botas negras también. Pero lo que terminaba el por completar el "look" era un pañuelo verde atado al cuello. Sin duda, tenía un estilo bastante peculiar y llamativo, lo cual me agradó. Al levantar la vista me topé con aquellos ojos bicolores que me observaron con curiosidad durante unos segundos que se me hicieron eternos. La luz los hacía brillar y contrastaban a la perfección con su pálída piel y su cabello blanco.

-Hablando del rey de Roma -masculló Castiel, del cual me había olvidado por completo. Rosalya también lo miraba sonriendo y me desperté de aquél trance. Parecía que me había transportado a otro mundo, donde solo estábamos aquél albino y yo, pero no fue así. 

Con paso firme se acercó a mi y se agachó levemente para tomar mi mano y llevársela a los labios. Rozó con un dulzura y delicadeza, haciendo de aquél gesto, algo perfecto a la par que caballeroso. Se irguió y sonrió, mostrando unos dientes blancos y perfectos. ¿Acaso era un ángel?

-Lysandro, a su completa disposición -susurró el albino.


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Y aquí os dejo un dibujito hecho por mi. Espero que os guste :3










¡Regalito!

¡Hola holita! Estoy súper contenta porque ya tengo tres maravillosas seguidoras de mi historia en Corazón de Melón, que han comentado el prólogo y al parecer les ha gustado. Pero en fin, esta entrada es para enseñar el regalito que me ha echo una de ellas, JadeValentine, una chica con un fic precioso también, que sigo sin duda alguna, y que me encanta. Aquí está el stamp:


Por si te pasas por mi blogg, muchísimas gracias JadeValentine, me ha encantado :)

jueves, 10 de enero de 2013

Portada.

Os dejo aquí la portada del fic, además del título (sí, no me he currado mucho el título, me daba pereza). Espero que os guste:


miércoles, 9 de enero de 2013

Fanfic: Prólogo.

Atisbé leves rayos de luz atravesando la ventana y supe que había llegado la hora. Me levanté de la cama casi de un salto y me estiré frente al armario. Busqué en el interior una camisa sin mangas azul y unos pantalones vaqueros. Mientras me vestía pensé todo lo que me deparaba el día y no pude evitar sonreír con algo de malicia. Cogí unas bailarinas negras y mi pañuelo rojo, que até en mi cuello, dándome un aspecto más elegante y femenino.

Activé la música de mi móvil, y me dirigí al baño escuchando "Bring me to life", de Evanescense. Me pasé el cepillo por mi pelo bicolor mientras me quedaba embobada en mis ojos, también bicolores. Hacía dos años que tiré las lentillas que disimulaban aquella mutación que hacía que todos me mirasen mal, como si fuese un bicho raro, pero ya estaba harta de fingir e intentar ser algo que no era. Llevaba dos años siendo yo misma, y fue la mejor época de mi vida, sin duda alguna.

En la ciudad en la que había vivido durante esos dos años conocí gente con los mismos gustos que yo: el Rock, la lectura, las buenas películas de terror, la ropa "extravagante"... Me había desecho por completo de aquella chica aparentemente tímida y solitaria que no hacía más que esconderse de la multitud que la insultaba. Superé mi pánico escénico y había subido innumerables veces al escenario a cantar, lo que me hizo algo famosa en algunos bares y locales de la cuidad. Pero una vez más me había trasladado, esta vez para arreglar asuntos pendientes en mi antiguo lugar de residencia.

Corrí escaleras abajo y sin perder un segundo más me tomé el café frío. Cogí la carpeta, el paquete de cigarrillos y las llaves y salí de la casa. Tomé una bocanada de aire y me encaminé hacia mi destino a paso firme. Me coloqué los cascos escuchando "Power and Control" de Marina y no pude evitar sonreír. Ciertamente estaba deseando que todos me vieran, poder restregarles lo mucho que había cambiado, lo fuerte que me había echo, un ser emocionalmente casi indestructible, y todo, gracias a aquellos que un día me acosaron, insultaron o ignoraron, haciéndome la vida imposible.

Cogí un cigarrillo y lo encendí cuando llegué a la puerta del instituto. Varios alumnos pasaron a mi lado y ninguno me reconoció, excepto uno que se quedó mirándome tan confundido como yo.

-¿Zurie? -preguntó extrañado acercándose a mi con el ceño fruncido. Era un chico alto, con el pelo castaño y unos hermosos ojos verdes.

Vestía un pantalón militar y una camisa blanca con los primeros botones abiertos, dejando entrever sus torneados músculos. Unos guantes de motorista y una cadena con dos chapas le daban un aspecto más rebelde, si esque eso era posible.

-Sí... ¿tú eres...? -sin dejarme terminar, me abrazó con fuerza y me levantó del suelo. No pude evitar tirar el cigarrillo.

-¡Soy yo! ¡Kentin! -creo que acabé pareciéndome a una lechuza debido a lo mucho que abrí los ojos. ¿Aquél era el que un día fue mi mejor amigo? ¿El pequeño Kentin que me llegaba a los hombros y llevaba unas gafas horteras? No, no podía ser.

-¿C-cómo...? -tartamudeé por la sorpresa.

-Mi padre me llevó un año a una escuela militar, ya sabes... para convertirme en un "hombre", y la verdad es que no me fue nada mal... -presumió levantando una ceja y sonriendo. Sus ojos verdes eran seductores, y sus labios se curvaron en media sonrisa. Joder, sí que había cambiado...

-Pues te ha sentado genial -sonreí.

-Tú también estás maravillosa, aunque siempre lo has sido, ahora más aún -reímos ante su cumplido y me sonrojé sin poder evitarlo.

-Sí, bueno, a mi también me ha sentado bien alejarme de este lugar -murmuré.

Entonces, pude ver algo por el rabillo del ojo y me giré instintivamente. Era inconfundible, y es que apenas había cambiado. Aquél que más me torturó sin ni siquiera ser consciente de ello. El que me ignoró todo el tiempo, casi despreciándome, como hacía con todas. Pero yo no era como las demás. Yo estuve locamente enamorada de aquél pelirrojo...

-¡Ey, Castiel! -gritó Kentin alzando la mano para que viniese.

Su cabello rojo como el fuego se movió con el viento, tapando un poco sus seductores ojos grises. Caminó hacia nosotros solo como él sabía hacer, con la gracia y fiereza que solo poseían animales como el tigre o el león. El rey de la selva, el rey del instituto, el antiguo rey de mi corazón...

Con el ceño fruncido se paró frente a nosotros, sin ni siquiera dirigirme la mirada. Sacó un cigarro y lo encendió mientras le estrechaba la mano a Kentin. ¿Desde cuando se llevaban bien? Sin duda, me había perdido muchas cosas.

-Eh, Cast, ¿te acuerdas de Zurie? -las palabras de mi amigo le hicieron desviar su mirada hacia mí.

 Nuestros ojos chocaron en una intensa mirada, y durante un segundo sentí miedo. Miedo de volver a convertirme en lo que era, miedo de ser ignorada... Pero recordé para lo que había vuelto, y me armé del valor que había ido acumulando.

-Pues no, ¿debería acordarme de ella? -levanté una ceja ante su respuesta, algo ofendida, aunque era de esperar. Estaba preparada para ese tipo de respuestas, al fin y al cabo, Castiel era así.

-Soy Zurie, me fui del instituto hace dos años, aunque claro, ¿para qué acordarte de una chica a la que no te has tirado? -respondí sin más.

Kentin me miró con los ojos abiertos a más no poder y Castiel frunció el ceño. Ninguno se había esperado una respuesta así, y mucho menos de mi. La tímida Zurie Kilgore... ¿Quién lo diría? Sin más preámbulos me di la vuelta entrando en el instituto, dejándolos atrás con cara de Póker. No pude contener una sonrisa torcida y cuando entré al pasillo, alcé la cabeza para que todos me vieran bien. Algunos me reconocieron y cuchichearon en voz baja al verme pasar. Seguí hacia delante, caminando de forma altanera y sin agachar la cabeza en ningún momento. No "Sweet Armonis", esta vez no me dejaré ganar.